lunes, 11 de enero de 2010

Tres minutos

Es que estaba como embobada ese día, y salió zumbando, pensando en otras cosas, que ni miró el reloj. Las agujas del reloj de la cocina tenían dos enanitos celestes adosados, quienes cada tanto se escondían uno detrás del otro como jugando, y hoy parecía que ellos pequeños dos eran directores de una broma general para confundirla. Era una conspiración de sus cosas que la llevaron a perder por media cuadra el tren, y tomarse ese colectivo que dobló la esquina de manera poco inocente.