viernes, 29 de enero de 2010

Tilo y café

Llegó a su trabajo, abrió las ventanas, limpió su escritorio, perfumó con los tilos de la vereda su oficina, hizo revolotear la nube de notas que se acumulaba como una tormenta sobre su espalda. Todo se llenó de luz y de movimiento, y pensaba esto mientras calentaba el agua; todavía no había llegado nadie esa mañana, entoces él era el rey del espacio y de su proipio cuerpo. El café y el tilo eran su alma que crecía. Uno a uno empezaron a llegar los demás empleados, a pedir café, a arrastrar sillas y llenar las paredes blancas de papelitos. Casi sin notarlo, su alma se hizo libre a través de la ventana y lo dejó solo en aquél edificio.